Hace de todo, no pitea por nada

Hace de todo, no pitea por nada
este es el testigo y cómplice

domingo, 28 de agosto de 2011

¡Saludos a tu viejo!

      
              Al "Colorao" Abraham Herrera
Fueron muchas lunas, que pasaron para que regrese a su tierra. Todo el recorrido que hizo, le traían a la mente innumerables recuerdos, quedaron dos heridas, que sólo el sabio tiempo se encargaría de diluirlo e insensibilizarlo. Pero ahora eran frescos los recuerdos. En un año dos seres queridos "pasaron a mejor vida".

Subió al ómnibus que lo devolvería a Lima, después de hacer la cola junto con otros pasajeros conocidos y desconocidos. Era la hora de las despedidas. Avanzó con su maletín de mano, en el que regresaba la ropa con olor a sierra y embolsadito algunos biscochos, panes y dulces; pensando en trabajo que esperaba. Por el pasillo ya había pasajeros arrebujándose.

¡Hola Loquillo! Cómo estás –una voz efusiva y salerosa matizando con un disparate en quechua, sonó mientras acomodaba su maletín.
¡Hola Colorao!, qué dices, después de tiempo te dejas ver y por coincidencia…
Ambos se estrecharon las manos y hubo un fuerte y sonoro abrazo, con el calor humano que indicaba profundas raíces de una amistad de años, de seguro, que había nacido en la infancia o en la escuela.
¡Cómo está tu viejito…¡ ¡tiempo que no lo veo¡… Cierto que dejé de venir buen tiempo por la tierra. No nos vemos hace como tres años o más… ¿verdad?
Oye, no veo a mis hermanos por la chamba, en mi casa todos bien. Tres años que no te veía. Por dónde y en qué andas.
!Trabajo en todo! Vengo a visitar a la familia de vez en cuando, pero me paso directo a la chacra y de allí salgó sólo para viajar –decía mientras sus manos inquietas hacían ademanes y miraba por todos lados-. Ya no encuentro a muchos conocidos. Así se me pasa de rápido el sábado y domingo que vengo de paseo familiar… ¿Te ves con el Pelao, con Caigua, Crudo y Pitu?
No los veo hace meses o años, como al Crudo.
Y tu viejo sigue atendiendo en su sastrería? ¿!Cómo está¡? -dijo remarcando su alegría.
Acomodaron sus cosas personales y el Colorado quedó de pie apoyado a su asiento mientras el Loquillo se reclinó conversando. El carro arrancó y vibró para calentar motor y otros pasajeros se acomodaban en sus respectivos asientos cuando el Colorado insistió.

¡Oye!, pero no te me hagas el loco. ¡Cómo está tu viejo!, me lo saludas, qué dices…
Ya que insistes carajo –interrumpió con discreción y guiñándole-, ¡tendré que ir al cementerio y hacerle llegar tu saludo…¡

fin

Enviado desde mi BlackBerry de Claro.

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