Al sonar el timbre, insistentemente, salí chistando -sin polo y descalzo- y no eran los cargosos evangélicos de siempre, ni vendedores o promotores de artículos de limpieza, que en cualquier momento jodían. Solté la cadena y le di la bienvenida a ese rostro familiar.
Así esperaba mi verano en la casa sola... |
Recuerdo que asentí en casi todo lo que decía. Yo sólo, con disimulo, le miraba el enorme trasero que debía existir y que traslucía y se pronunciaba cuando agarraba y controlaba a su pequeña hija, que yo cada vez más celebraba sus travesuras, sobre todo cuando se tiraba al piso y ella se agachaba para levantarla.
Era una prima, hasta donde sabía, de una mujer, amiga de años de mamá. Compartieron las vicisitudes de los que estudian fuera de su ciudad y hay que forjarse, entre las adversidades que se presentan en el camino. Su madre, mi tía, alguna vez nos visitó y se enfrascaron en una atolondrada y prolija conversa, que duró horas. Escuché risas, lamento y congojas, algunas lágrimas, café, cena y renovadas sonrisas. Ahora, cada quien tenía sendas familias. Mamá casada y ella viuda, y una feliz viajera en épocas de vacaciones.
Solo, en casa, con un refrigerador recién abastecido con mis ahorros, le ofrecí una Inca Kola helada, la cual degustó compartiendo con su nena, luego de ingresar a la cocina y sacar un vaso de plástico con la confianza de una esposa.
Me contó muchas cosas, anécdotas de su colegio, la universidad, del trabajo donde estuvo poco tiempo y que tuvo que salir porque su jefe la acosaba y le ofrecía horas extras para quedarse con él hasta tarde, y así, tentar sexo en la oficina, y decía "sólo en la oficina" porque esa era su fantasía, enfatizó.
La tarde caía como mis miradas indiscretas en sus carnosos pechos y piernas blancas que parecían decir algo; así como su cuerpo que avizoraba una pancita que tienen las mujeres con la llegada del hijo y los chocolates y comida chatarra que se incrementa en su dieta rutinaria y a la falta de ejercicio y trabajo, temporal o definitivo para dedicarse a los hijos. Eran unas carnes que la hacían ver más mujer, alguna madurez más interesante transmitía. Era interesante ese cuerpo con algunos kilos de más.
-Bueno primo, hemos hablado de todo pero no me has dicho a qué hora llega Eder con Adela y los niños. Tanto demoran? Se han ido de compras? Dijo con el cabello desbaratado por las horas controlando a la criatura que recién aprendía a caminar, y la falda alterada y la blusa salida de tanto atender a la berrinchosa hija y aburrida de meterse por todas partes, incluso a mi cuarto desordenado.......
-Pues ellos están de viaje -dije, esperando no sea motivo para que se fuera, menos ahora, que disfrutaba, al menos de esa compañía femenina, que era mejor que alguna revista o película erótica. Ese fastidio inicial se alejó interesadamente de mi calentona mente, recalentada por el verano que mostraba el sol rojizo por el Oeste limeño-. Hace quince días, sábado como hoy viajaron. Se fueron todos. Pero eso no significa que tengas que irte, o ?si? En tu casa te espera tu esposo? -fue tal vez una pregunta tonta en ese momento.
El televisor estaba en no sé qué película del cable. La conversación giró por todos lados y me levanté con el short que se pegaba al trasero en el sofá de espuma, que por años acompañaba a la familia, ella hacía lo mismo cada que se le levantaba. Con la mano despegaba la falda, poco discreta era.
No contestó, solo que nos sorprendimos cuando la nena trajo unas medias y un calzonciIlo aún fresco de olor a semen.
-Deja niña traviesa, dijo, haciéndole una mueca para que no chille y jalándole de un tirón la prenda. Lo tomó con el cuidado de un objeto sucio y, algún resto en la yema de los dedos se restregó con disimulo en la falda de algodón que le llegaba por sobre la rodilla-.
Foto internte D.R . Algo así no era |
Es la intimidad de tu tío, ahora que está solo y tiene que calmarse sus ganas de hombre. Pero para eso está la enamorada, ?no tienes? La vecina, ?tampoco? La pri... Iba a decir la prima y calló.
Era un comentario demás y sonrió a medias con sorna. Llegó con su bolso equipado para atender a su cría. Muy comedida como su madre. Creía estar en su casa y era una abeja laboriosa. Decía que tenía mucha paciencia como la habían tenido con ella sus padres, etc. Fue cuando insistieron con el timbre. Era la vecina que traía la cena.
-Por lo visto estás comiendo carne. Qué vas a querer comida. Tirando mujer casada -lo sentí como una recriminación o una escena de celos, además de ser escrutado de pies a cabeza pasando por el short abultado y las sandalias-. Ponte el polo siquiera, rezongó y se largó como vino.
-Quién era la mujer -preguntó soltando el cabello y volviéndoselo a acomodar y cambió el cruce de piernas, dejándolas ver llenas y fuertes. !Ups! Un gracioso lunar se divisó solitario. Para eso, ya tenía algunas fotos en mi Blakcberry.
Era un día de verano algo extraño, sábado. No había enamorada, ni compañía esos días, la academia y la recomendación de no atender a extraños estando solo en casa. No hubieron sueños de esa visita. Lo cierto era que había que prepararse para ingresar a la universidad o sino a trabajar. Las mañanas eran para repasar cuadernos y libros, así como hacer ejercicios. Los carnavales dejaban oír las fiestas por muchos barrios, y llegaba la música de todas partes. Las sábados provocan a tomar unas cerveza y a bailar o a manifestar afectos con personas del sexo opuesto. El calor meloso arreciaba en Lima.
Unos disparos y una persecución en el televisor nos volvió y retomó con broma.
-!Ah!... -comentó como quien descubre y desenmascara a alguien-. De razón la cerveza y el vino en la refri... Eres un bandido y juerguero. O esperas a alguien -añadió como quedando incómoda y preocupada -.
Abrí una cerveza helada y le invité un vaso casi lleno, con una sonrisa entre dientes. Salú por tu lunar, dije atravesando con la mirada su ropa. Algo inseguro y nervioso, con el temblor de la inexperiencia. El calor no la podía aligerar en ropa, aunque esa falda corta y esa blusa entreabierta, era un modelo para refrescar un cuerpo, y de pasada, para exhibir.
Lo mejor era torpemente derramar la cerveza o la gaseosa sobre su falda.
Entonces, sí se subió y sacudió ligeramente la falda y los pechos que se aparecieron desafiantes y firmes; dejando a mis ojos locos esos muslos blancos, como los brazos de creciente masa muscular.Le serví con delicadeza y me indicó, risueña, "!llénalo!". Fue veloz, espumosa y helada, jaló el elástico de mi short y ante mi incredulidad, vació el espumoso y delicioso contenido sobre las ardientes criadillas. "Para bajarle la temperatura", sonrió.
Después de ese espectáculo "bochornoso" y con mis disculpas del caso, diligente le proporcioné una bata transparente y una minifalda -de alternativa-, que encontré en el cuarto de Aid "es todo lo que hay" dije, y sonriente y complaciente, me miró y se cambió en mi cara.
"Qué manera de desperdiciar la cerveza. Aunque me a refrescado". Entonces, empezó a tener otro delicioso sabor y efecto la dos cervezas que tomamos.
Amaneciendo sonó la chapa de la puerta de la calle, y se escuchó las voces de la familia que llegaban soñolientos..
-No dijiste que estaban de viaje?
-!Claro!... Pero no preguntaste cuándo regresaban -susurré y junté la puerta de mi cuarto.
-Puto cabrón. Mentiroso -musitó-. La nena seguía durmiendo.
......
Enviado desde mi BlackBerry de Claro.
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