El caballo de Pizarro

Pasó por la plaza a las 8 de la noche y allí estaba el monumento de Pizarro, a un costado de la Plaza Mayor de Lima, imponente, soberbio -a pesar de toda su oscura historia de chanchero que los últimos años, la historia se encargaba de reescribir en los libros-. Los reflectores en contrapicado exaltaban y destacaban: se veía imponente
!carajo!





A las horas regresó por esa ruta y ya no estaba Pizarro -creyó que se había ido y tenía vida-, la juerga y los fines de semana son complicados. La tentación tenía un poder inimaginable.



Al otro día, temprano, con la resaca fue por la Casa de la Literatura y cansado se sentó en el parque de la muralla, sediento y con el solazo del diablo, y vio a Pizarro fresco como una lechuga.

Estaba el caballo pastando, comiendo rico y botándose la mosca con la enorme cola que parecía la abundante cabellera de la alcaldesa. Pero ?y el jinete?... Estaba sentado con las piernas cruzadas mirando las galerías de artesanía... Ah, estaba con un platillo de buñuelos, que con los dedos los degustaba y se relamía. Era la resaca ?verdad? Estaba viendo huevadas. La gente no decía nada, y por último, todo indica que no sabían ni quien mierda era ese tío.



Entré al baño. Una remojada de cabeza, auscultarse los ojos, fue lo obligado. Nada extraño, excepto los humos y el estómago que se revolvía con la bilis y quería coronar en unos caudalosos y estruendosos huaycos.



Ese viernes celebramos el premio del BCR que merecidamente ganó Carlos, Paco, mi tocayo Escribano y otros poetas y escritores más. Fueron muchas chelas, no recuerdo cuántas.



Se quejó a la municipalidad por el blackberry por la falta de seriedad, y no estar en un solo sitio para que lo vean y visiten

Estaba mal, de todas maneras. Fui al Cordano y me tomé cuatro chelas con su respectivo sánguchón y mande a la mierda a Pizarro y su caballo.

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Enviado desde mi BlackBerry de Claro.